Arrebatos Carnales #2.
Libros que pienso es una
sección dónde plasmó lo que un libro me enseñó, a veces es una lección, en
ocasiones una queja, puede que a veces un libro nos deje algo más que una
historia, puede que nos deje pura y simple vida.
Advertencia:
Es
probable que en esta sección se encuentren spoilers de los libros a tratar.
“En esta tierra he visto mi primera luz, he visto y veo luz, tierra firme y vasto cielo, todo mi entorno esta entendido en el amor que nos tuvieron los que fueron hace tiempo…” Fragmento de la canción “Hoy hace un buen día” de Fernando Delgadillo.
En estas vacaciones ha llegado a mis manos un libro titulado “Arrebatos carnales” del autor Francisco Martín Moreno, siendo sincera no es una lectura que hubiese escogido por mi propia voluntad porque suelo ser quisquillosa con las escenas de sexo explicitas, pero ya estando en materia y como un libro prestado es una joya invaluable me he visto en la necesidad acuciosa de leer.
La primera vida (la que hoy nos ocupara) se centra en la Güera Rodríguez, es decir, Maria Ignacia Rodríguez de Velazco, ahora bien, no podemos confiar ciegamente en el libro que he leído, pues es, después de todo, una novela que juega con el erotismo para levantar la vulgar curiosidad del pueblo, pero divirtámonos con la historia, la madre que nos enseña a no cometer los mismos errores por más que seamos tan torpes como para tropezar dos veces con la misma piedra.
¿Quién era la Güera Rodriguez?, en pocas palabras podríamos decir que fue una cortesana, una viuda negra, ambiciosa, pasional, poderosa y hermosa. Pero remontémonos en el tiempo, retrocedamos doscientos años, corren los tiempos de la independencia.
La Güera Rodríguez es una mujer hermosa, sabe lo que quiere y como alcanzarlo, una dama de la alta sociedad, la clase de amazona que doma a los hombres con una mirada y los hace enloquecer con una sonrisa. Se casa, su marido muere, se vuelve a casar y el marido vuelve a morir, en el intervalo vuelve loco de deseo a Simon Bolívar y a otro par de personajes importantes que no me detendré a enumerar, baste decir que supo como ganarse el favor de la sociedad mexicana de aquel entonces.
Ella, valiente, apoya el movimiento independiente, le dan lastima los pobres, los indios abandonados, los que mueren de hambre, los que no se pueden defender, ¿por qué no ayudar un poco si se puede?, ¿será loable su actitud?, no, no lo es, porque cuando se encuentra con Agustín de Iturbide el mundo revoluciona y su corazón estalla y ¿qué creen?, no es amor, nunca lo es, pero Iturbide es fuerte, es importante, es un traidor que lo tendrá todo y si ella esta a su lado será la emperatriz que suba con él al trono.
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Agustín de Iturbide |
Son amantes, en ese entonces ella es una apetecible viuda y él un esposo que (dada la usanza reinante) tiene a su mujer abandonada en alguna casa lejana. Se aman, pero en el intervalo maquinan, el poder, solo importa el poder, ¡que hermoso alzarse por encima de los demás!, ella quiere ser emperatriz, para lograrlo no le importa acusar falsamente a la esposa de Iturbide, Ana, de adulterio. Él la usa, la usa como usan los hombres a las mujeres cuando el arrebato de la pasión hace mella en ellos.
Se dice que el día en que el ejercito Trigarante hizo su triunfal entrada en la ciudad de México Iturbide desvió el inmenso desfile para pasar bajo el balcón de la Güera Rodríguez, para que la victoria de independencia fuera en su honor, tanto así de loco estaba por ella. ¿Será cierto?, quien sabe, pero el hecho es que fue ella quien lo encumbró en el poder, ella quien lo apoyó mientras traicionaba a Guerrero, ella quien le dio todo a un hombre al creer que cuando subiera ella subiría a su lado acompañándolo como siempre.
¿Sucedió?, no, claro que no, cansado de ella la echó fuera de su vida con un movimiento vago de su mano, Agustín de Iturbide era el emperador de México (un gusto que le duro bien poco) y su esposa Ana la emperatriz.
Se dice que despechada la Güera Rodriguez estuvo presente, junto con Josefa Ortiz de Domínguez, cuando se declaró que si Agustín de Iturbide volvía al país se le fusilaría en el acto. Y ahora pregunto, ¿una persona que ama a otra, como supuestamente se amaban esos dos, habría ayudado a escribir semejante orden?, no y mil veces no.
La vida de esta mujer me ha dejado con una risa mal escondida en la cara, todavía hay muchas de estas mujeres en estos días, mujeres que usan sus cuerpos, mujeres que ayudan a un hombre creyendo en él, mujeres que dicen amar cuando en realidad nunca han sentido la intensidad de esa palabra.
Mujeres que son capaces de traicionar una causa en la que creen con tal de llegar a un puesto de poder, más triste aún, mujeres que lo hacen siguiendo a un hombre, creyendo que cuando él lo logre se acordara de ellas.
La historia tiene esa manera de enseñar las cosas con su usual humor negro, al final La Güera volvió a casarse y esta vez murió antes que su esposo, nunca fue emperatriz y quizás nunca aprendió a amar tampoco. Era una mujer inteligente, ingeniosa, fuerte y pasional, ella es esa primer mujer coqueta que paso por la vida logrando ser más que una cualquiera, o en todo caso fue una cualquiera cara, de esas que solo los más importantes pueden soñar con poseer.
He aquí un fragmento del libro dónde ella planea con Agustín:
“…tenemos que escoger el momento idóneo, la coyuntura perfecta, para lograr nuestros objetivos. Si nos precipitamos, moriremos—morirás, dije para mis adentros: si esto fracasa se lanzaran en contra del emperador. Yo podría esperar un breve destierro o la benevolencia del virrey o de quien fuera. Son incontables, como lo dije, los recursos de una mujer hermosa…”